viernes, 14 de diciembre de 2007

CABALLEROS NO HAY.CABALLOS SI

Calor infernal, sudor que incomoda, pecho a punto de resquebrajarse y pulmones apretados al borde de la asfixia. En estas condiciones, el miércoles 12 del presente mes, llega a Haedo mi delgado cuerpo a bordo del privatizado ferrocarril ex-Sarmiento. Este viaje, como el de casi todos los días, tiene como destino la zona de Congreso, concretamente la escuela de periodismo deportivo en la cual estudio. A las seis y pico de la mañana, el sueño no me permitía ni siquiera saber si aun estoy vivo.
De pronto, una voz femenina solicitaba el asiento para una chica embarazada de unos seis o siete meses que acaba de ingresar a la formación entre la muchedumbre. Muy apretujados todos, e incapaces de ayudar a la joven nos miramos casi atónitos, dado que los seudodormidos de siempre que estaban sentados ni atinaban a abrir los ojos. A todo esto, la pancita de la adolescente se apretujaba cada vez más y la mujer reclamaba un asiento. Pasaron ¡NUEVE MINUTOS! y la señora indignada elevó el tono: “¡No hay ningún caballero acá!” a lo que un hombre compañero mío de baldosa respondió: “Caballeros no hay. Caballos si”. Al rato un joven le cedió con desgano el lugar la futura mamá.
¿A qué viene todo esto?, ¿por qué relato esta triste anécdota? Una vez llegado a destino, mi mente comenzó a carburar; y recordé haber visto en el informativo (como le dicen los entrados en canas) que al dejar una bicicleta solitaria intencionalmente, en tan sólo tres minutos venía un extraño que sin dudar se la afanaba con total impunidad. Es decir, los porteños son medios dormilones porque tardan diez minutos en cederle el asiento a una embaraza, aunque son ligeros para chorearse una bici en sólo tres minutitos.
Así estamos; reclamamos seguridad, trabajo, igualdad… Sin embargo, nos comportamos como el culo (con el perdón de la expresión).Esta violencia es la que más duele, lastima el alma. Luego nos quejamos de que viajamos como animales. ¿En situaciones como ésta, nos merecemos viajar dignamente? Lo que si está claro es que, en aquella mañana infernal los caballeros se transformaron en caballos con auriculares, rumbo hacia su trabajo.